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CORONAVIRUS: Venezuela debe verse en el desastroso espejo de Perú

Naiguatá
Tambores de San Juan en Naiguata, el 23 de junio, en plena pandemia. Sin mascarilla ni distanciamiento preventivo. Foto: Cortesía

A principios de la pandemia de coronavirus en Latinoamérica, a Perú le iba bastante bien en prevención de contagios. Tanto, que fue citado como ejemplo regional. De repente, todo se vino abajo. Ahora es un ejemplo, pero a la inversa. Especialmente para Venezuela, que debería mirarse en el espejo de Perú, pues repite muchos de los factores de debacle.

En pocas semanas, en Perú, los contagios explosionaron, las camas en terapia intensiva se desbordaron, está en el top de naciones con más casos en el mundo, la lista de muertos se alarga a diario. En el triste ranking mundial de las cifras oscuras, este país está de sexto en mayor cantidad de casos, de noveno en más enfermos por número de habitantes y de décimo primero en muertos.

¿Qué pasó, si todo iba bien? Varios análisis señalan como gran culpable al aglomeramiento de personas en lugares permanentemente concurridos como mercados, en vehículos de transporte público y en las colas para comprar, cobrar pensiones o recibir regalos, como bolsas de alimentos. Otros «socios» en el desastre pandémico son el hacinamiento en hogares de bajos recursos y la falta de agua en algunas zonas. ¿A los venezolanos les suena conocido? Claro que sí.

Estos factores -hacinamiento, aglomeraciones y falta de agua, entre otros- se aliaron con el coronavirus y se convirtieron en vehículos de contagio que se movieron a la velocidad de un tren bala.

Aunque el gobierno de Martín Vizcarra asegura que las medidas dictadas evitaron 100.000 muertes, de poco sirvió que Perú fuera el primer país latinoamericano en decretar la cuarentena, cuando aún tenían solo 71 casos positivos, hace 106 días. Tampoco que dictaran toque de queda en las noches ni que experimentaran con separar los días de salida de hombres y mujeres. El problema fue después, en la falta de control de su población.

En Venezuela, a 105 días de la cuarentena decretada por el presidente Maduro, los casos positivos de COVID-19 van en plena escalada. Y también en plena escalada se ven aglomeraciones de personas en mercados, en bulevares, en paradas del transporte público.

El distanciamiento social en el olvido

Como en Venezuela, en Perú la cuarentena se dictó a tiempo. Allá se cumplió con mucho rigor y toques de queda desde los primeros días de confinamiento. El problema fue que, cuando dejaban salir, el distanciamiento social se olvidaba por completo.

El coronavirus viaja por el aire. Y por más que la nariz y la boca esté cubierta con un trozo de tela o de gasa, como son la mayoría de las mascarillas, las micropartículas de virus se escapan y contagian. Por eso se recomienda mantener una distancia de entre uno y dos metros entre las personas. De hecho, para los alemanes, el distanciamiento social es la medida más eficaz de prevención y están pensando hacerlo obligatorio mínimo hasta el 7 de julio.

Ese distanciamiento no existió en Perú. Tampoco existe en Venezuela.

Como la antítesis de la prevención contra el coronavirus será recordada la celebración de San Juan en Naiguatá, población costera en el estado La Guaira, cuyo gobernador es chavista, Jorge García Carneiro. Multitud de personas se aglomeraron el 24 de junio en las calles cantando, gritando y bailando, la mayoría sin mascarillas.

Meses antes, en Semana Santa, el gobierno había prohibido la tradicional procesión del Nazareno para evitar las multitudes. Y solo permitieron el paso rasante de la figura dentro del papamóvil, que es un vehículo cubierto de vidrio.

Los tristes ejemplos, el reflejo del espejo de Perú, se ven en cualquier recorrido por Caracas, como el que realizó el fotoperiodista de El Estímulo, Daniel Hernández, el 22 de junio, primer día de la «cuarentena radical» decretada por el gobierno del Presidente Nicolás Maduro.

Se suponía que solo trabajadores esenciales saldrían a la calle. Para limitar aún más la movilidad, cerraron el Metro de Caracas, y sería sustituido por autobuses del sistema público de transporte. Miles de policías estarían en la calle vigilando que se respetaran las normas sanitarias.


Petare
Habitantes de Petare, en Caracas, durante el primer día de «cuarentena radical» para frenar el coronavirus. Foto: Daniel Hernández

Nada de esto se cumplió. Personas de toda índole salieron a la calle y los autobuses que circulaban eran los mismos de siempre. En las paradas de Petare y Plaza Venezuela, al este y centro de Caracas, se amontonaban las personas, no guardaban el distanciamiento y muchas tampoco usaban bien las mascarillas. Y no hacían caso los pocos policías que trataban de controlarlos.
Se pudo comprobar que en el oeste la situación es similar, incluso más arriesgada. Por el bulevar la gente camina sin ningún tipo de control y aunque hay presencia policial, nadie los obliga a usar el tapabocas o guardar el distanciamiento social. En la populosa barriada del 23 de enero, en la zona F, hay quioscos de comida con mesas en la acera y mucha gente esperando para sentarse y comer.

«Hay tanta gente en la calle que cuesta pasar con el carro por allí», revela un periodista.

Los mercados

En Perú, los mercados han sido identificados como unos de los grandes difusores de coronavirus. Como en Venezuela, permanecieron abiertos a pesar de estar en cuarentena.

Son centros llenos de víveres expuestos, de pasillos estrechos y mucha gente, de muchas partes, circulando en ambos sentidos que tocan y examinan los productos, sean perecederos o no. Están abiertos durante muchas horas al día y reciben personas de varios puntos de las ciudades donde se encuentran. El aire represado se alimenta de micropartículas de centenares de personas.
Tras apenas un mes de cuarentena, el gobierno peruano realizó la prueba del COVID-19 a todos los vendedores del llamado Mercado de Frutas de Lima. El resultado fue aterrador: 8 de cada 10 vendedores dieron positivo.

En Venezuela, los mercados también comienzan a despuntar como sprays del Sars-CoV-2, la cepa del coronavirus actual. El Mercado de las Pulgas en Maracaibo ha sido el peor, o el más conocido. Lleva más de 400 casos de los 4.186 reportados hasta el 23 de junio en Venezuela. Y 5 de los 35 decesos. Y ya se detectó, también, el primer caso positivo en el Mercado de Quinta Crespo, en Caracas.

Pero, como en el espejo que es Perú, los mercados han permanecido abiertos a excepción del de Las Pulgas. Otra vez aparece el espejo de Perú.

En Venezuela, la falta de agua preocupa a la población y también a sus autoridades. Así lo manifestaron cuatro alcaldes de Caracas:
«Hay mucha gente saliendo a la calle sin protección: les dicen lávate las manos, pero no hay agua, no hay jabón y mucha  gente tiene un solo tapaboca», declaró José Antonio Fernández, el alcalde del municipio Los Salias, a las afueras de Caracas.

En Perú había sanciones para quienes incumplieran la cuarentena, el toque de queda o los días de parada. También multas para el que no llevara mascarillas. Aquí no se castiga la irresponsabilidad sanitaria.

En lo que respecta a coronavirus, el espejo de Perú nos devuelve una imagen que no queremos ver. Y un recordatorio: el coronavirus puede causar horror en pocos días.

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