Elías Jaua Milano
Nos toca librar una batalla por la Independencia en distintos ámbitos, tengamos conciencia histórica de esto. Uno de esos ámbitos es la defensa de la soberanía política, la autodeterminación nacional, evitando que se nos imponga desde el extranjero un gobierno autoproclamado. Otro ámbito es la preservación de la soberanía territorial, repeliendo las incursiones armadas de grupos mercenarios por la frontera y recientemente en Macuto, La Guaira, y Chuao, Aragua.
Hacer valer la inmunidad de la República, es decir la soberanía jurídica, es otro escenario donde nos toca librar esta batalla. Denunciar, jurídicamente, las consecuencias de las sanciones unilaterales sobre nuestros activos, del desconocimiento al Estado constitucional y de la validación en otros países de las decisiones y contratos firmados por el fallido gobierno autoproclamado, especialmente la ignominiosa contratación con los mercenarios de la empresa estadounidense SilverCorp.
Sin embargo, hay un ámbito más complejo, la otra cara de esta batalla, el de la soberanía económica. La irracionalidad de la agresión y el efecto de otras variables, han caotizado nuestra economía y han logrado desmontar la exitosa política de crecimiento productivo con igualdad social desarrollada durante el periodo revolucionario del Comandante Hugo Chávez.
En este contexto se nos pretende persuadir, desde distintos lugares del espectro político, que para reconstruir nuestra economía debemos renunciar a la soberanía petrolera y a la soberanía monetaria. Y es en este punto donde los patriotas debemos marcar una línea de contención, a partir del fundamento de que sin soberanía económica no hay ni habrá Independencia política ni inclusión social.
El manejo integral de la gestión petrolera por parte del Estado venezolano, es y será fundamental para el desarrollo económico y social de la Nación, en tanto que ésta seguirá siendo de largo en el tiempo nuestra principal fuente ingreso. Aunque en esta coyuntura excepcional no lo sea; aunque profeticen sobre la muerte del negocio petrolero en el mundo, esas profecías ya las escuchamos en la década de los 90 del siglo XX; aunque nos intenten convencer con el axioma machista de que "si no abrimos las piernas" no vendrán inversiones extranjeras, sin duda algunas necesarias, para recuperar e incrementar la producción de hidrocarburos.
Hagamos memoria, en 1998 los precios petroleros eran de 8 dólares por barril, 10 años después eran de más de 100 dólares; después de aprobada la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 y desarrollado los principios de la soberanía petrolera en la Ley Orgánica de Hidrocarburos, se quedaron y vinieron más inversionistas estadounidenses, franceses, españoles, italianos, coreanos, chinos, rusos, entre otros a explotar crudo extra pesado, conjuntamente con el Estado venezolano, en la Faja del Orinoco. No nos dejemos pintar pajaritos preñados sobre el fin del negocio petrolero y la inexorable entrega de la gestión de nuestra principal fuente de ingresos y palanca de un desarrollo productivo diversificado propio, que lo será siendo, insistimos, por mucho tiempo.
El otro aspecto, donde el espíritu de Chuao debe imponerse, es en la defensa y recuperación de nuestra moneda, el Bolívar. La única posibilidad de restituir el salario, preservar la gratuidad de los derechos sociales y tarifas de los servicios que el pueblo trabajador pueda pagar es manteniendo una moneda propia, lo demás es fantasía.
La fantasía monetarista del neoliberalismo que nos vendió el norte, y en la cual ellos no creen, ni practican. Para muestra de esto un botón, en los meses de la pandemia, el gobierno de Trump ha emitido más de 2 billones de dólares para subsidiar a millones de desempleados. Eso solo lo puede hacer quien tiene una moneda propia.
Así como no renunciamos a nuestro derecho a darnos nuestra propia forma de gobierno, no podemos renunciar a la soberanía económica como garantía de la Independencia y de la construcción de una sociedad donde podamos vivir todos con igualdad, justicia y dignidad.
Por lo demás, la soberanía petrolera y monetaria están consagradas en la Constitución de República Bolivariana de Venezuela de 1999, que está vigente, y la única manera de cambiar esos principios es mediante un amplio debate nacional que culmine en un referéndum aprobatorio. Todo lo demás es nulo de toda nulidad, y siempre podremos demandar la restitución del ejercicio soberano sobre nuestra economía.
No nos rindamos ante las corrientes de opinión dominantes, construyamos un modelo de reconstrucción de nuestra economía desde una perspectiva soberana, con bloqueo o sin bloqueo. Se requiere creatividad, innovación, audacia y patriotismo en el pensamiento económico alternativo para la Venezuela de hoy y del porvenir. Claro que se puede. ¡La Patria vencerá!
Hacer valer la inmunidad de la República, es decir la soberanía jurídica, es otro escenario donde nos toca librar esta batalla. Denunciar, jurídicamente, las consecuencias de las sanciones unilaterales sobre nuestros activos, del desconocimiento al Estado constitucional y de la validación en otros países de las decisiones y contratos firmados por el fallido gobierno autoproclamado, especialmente la ignominiosa contratación con los mercenarios de la empresa estadounidense SilverCorp.
Sin embargo, hay un ámbito más complejo, la otra cara de esta batalla, el de la soberanía económica. La irracionalidad de la agresión y el efecto de otras variables, han caotizado nuestra economía y han logrado desmontar la exitosa política de crecimiento productivo con igualdad social desarrollada durante el periodo revolucionario del Comandante Hugo Chávez.
En este contexto se nos pretende persuadir, desde distintos lugares del espectro político, que para reconstruir nuestra economía debemos renunciar a la soberanía petrolera y a la soberanía monetaria. Y es en este punto donde los patriotas debemos marcar una línea de contención, a partir del fundamento de que sin soberanía económica no hay ni habrá Independencia política ni inclusión social.
El manejo integral de la gestión petrolera por parte del Estado venezolano, es y será fundamental para el desarrollo económico y social de la Nación, en tanto que ésta seguirá siendo de largo en el tiempo nuestra principal fuente ingreso. Aunque en esta coyuntura excepcional no lo sea; aunque profeticen sobre la muerte del negocio petrolero en el mundo, esas profecías ya las escuchamos en la década de los 90 del siglo XX; aunque nos intenten convencer con el axioma machista de que "si no abrimos las piernas" no vendrán inversiones extranjeras, sin duda algunas necesarias, para recuperar e incrementar la producción de hidrocarburos.
Hagamos memoria, en 1998 los precios petroleros eran de 8 dólares por barril, 10 años después eran de más de 100 dólares; después de aprobada la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 y desarrollado los principios de la soberanía petrolera en la Ley Orgánica de Hidrocarburos, se quedaron y vinieron más inversionistas estadounidenses, franceses, españoles, italianos, coreanos, chinos, rusos, entre otros a explotar crudo extra pesado, conjuntamente con el Estado venezolano, en la Faja del Orinoco. No nos dejemos pintar pajaritos preñados sobre el fin del negocio petrolero y la inexorable entrega de la gestión de nuestra principal fuente de ingresos y palanca de un desarrollo productivo diversificado propio, que lo será siendo, insistimos, por mucho tiempo.
El otro aspecto, donde el espíritu de Chuao debe imponerse, es en la defensa y recuperación de nuestra moneda, el Bolívar. La única posibilidad de restituir el salario, preservar la gratuidad de los derechos sociales y tarifas de los servicios que el pueblo trabajador pueda pagar es manteniendo una moneda propia, lo demás es fantasía.
La fantasía monetarista del neoliberalismo que nos vendió el norte, y en la cual ellos no creen, ni practican. Para muestra de esto un botón, en los meses de la pandemia, el gobierno de Trump ha emitido más de 2 billones de dólares para subsidiar a millones de desempleados. Eso solo lo puede hacer quien tiene una moneda propia.
Así como no renunciamos a nuestro derecho a darnos nuestra propia forma de gobierno, no podemos renunciar a la soberanía económica como garantía de la Independencia y de la construcción de una sociedad donde podamos vivir todos con igualdad, justicia y dignidad.
Por lo demás, la soberanía petrolera y monetaria están consagradas en la Constitución de República Bolivariana de Venezuela de 1999, que está vigente, y la única manera de cambiar esos principios es mediante un amplio debate nacional que culmine en un referéndum aprobatorio. Todo lo demás es nulo de toda nulidad, y siempre podremos demandar la restitución del ejercicio soberano sobre nuestra economía.
No nos rindamos ante las corrientes de opinión dominantes, construyamos un modelo de reconstrucción de nuestra economía desde una perspectiva soberana, con bloqueo o sin bloqueo. Se requiere creatividad, innovación, audacia y patriotismo en el pensamiento económico alternativo para la Venezuela de hoy y del porvenir. Claro que se puede. ¡La Patria vencerá!
0 Comentarios